Doña Queta, partera del mundo



TEXTO: SANDRA DE LOS SANTOS

FOTOS: CORTESIA/VALERIA VALENCIA

Para desinflamar el vientre de las mujeres después del parto hay que darles de beber tres veces al día durante ocho días un té de mavalar o un té de hoja tierna de aguacate con canela; para las infecciones vaginales durante el embarazo no hay nada mejor como lavarse la vagina con vinagre o carbonato de sodio cada tercer día o ponerse óvulos de zábila ó crema de cacao.

Queta Contreras es curandera y partera tradicional, no hay remedio que no conozca para las mujeres durante el embarazo parto o puerperio. Tiene 64 años de edad y es originaria de la comunidad Benito Juárez de la sierra norte de Oaxaca.

Doña Queta se ha convertido en la partera tradicional del mundo y es que no solo ha atendido alumbramientos en su tierra natal sino también en diferentes estados de la república y hasta en el extranjero.

La mujer, que es partera desde los 17 años, ha ofrecido conferencias y atendido partos en Brazil, España, Estados Unidos y Canadá. Ella es parte de una red de parteras tradicionales y profesionales que lucha por un parto humanizado y seguro.

“Ahora el embarazo se ve como una enfermedad y no como un acto natural, van al médico y les recetan cosas que a veces ni necesitan, se compran una enfermedad que no existen”.

Esta partera tradicional no es una anciana, con voz dulce y rostro angelical, es algo muy lejano a esa imagen, su voz es ronca, habla fuerte y se percibe que es de esas mujeres que no están hechas para actuar a medias, pero tiene algo que es lo que hace que la busquen tanto y sea tan reconocida en el mundo de la partería tanto profesional como tradicional, todo lo que dice lo señala de manera tan convincente y clara que es difícil contradecirla.

Explica las cosas muy bien, con bastante lógica, tiene las respuestas de todas las preguntas que una mujer embarazada necesita y ofrece esa seguridad tan necesaria al momento de parir.

Saber qué hierba dar para cada malestar, por qué está y no aquella, es una sabiduría que le viene de generación en generación, su abuela también era partera y curandera.

Empezó a recibir niños porque estaba hecha para eso, porque tarde o temprano le tenía que hacer frente al oficio que la vida le había destinado, a los 17 años atendió por primera vez un parto, fue el de su hermana, ahora ya perdió la cuenta de cuántos niños ha traído al mundo.

“Yo misma recibí a mis seis hijos y a una de mis nietas, que el médico había dicho que no iba a poder nacer natural y que necesitaba cesárea para poder salir, yo estaba en Estados Unidos en ese entonces me avisaron y yo les dije que me esperaban que yo iba para allá para traer a la niña como Dios manda” comenta la mujer.

“Las parteras no solo servimos para recibir al niño y ya, somos consejeras, psicólogas, nutriológas, no dejamos a la madre ahí tirada después que nació el niño, también a ella hay que cuidarla, ver qué necesita” señala doña Queta Contreras.

Después de conversar con doña Queta lo primero que se viene a la mente es que de una u otra manera siempre regresamos a nuestros origenes.

Crónica de un día en colectivo

SANDRA DE LOS SANTOS

El transporte público en Tuxtla Gutiérrez está dividido en los que chocan en la avenida central y los que lo hacen el Boulevard Belisario Domínguez o en cualquier calle de las colonias de la ciudad; también se dividen en los que juegan carreritas con sus compañeros y los que juegan a corretear peatones; está dividido entre los que le dan el acelerón cuando la luz todavía está en rojo o los que esperan a que se ponga en amarillo –esos son los más precavidos-.

El jueves pasado amanecí con la esperanza de que al menos por una semana mis recorridos en el transporte público serían más tranquilos. Según los que dicen que saben cuando sucede un accidente los automovilistas toman sus precauciones, en pocas palabras le bajan, pero los chóferes de las rutas del transporte público en Tuxtla sufren de perdida de memoria a corto plazo.

Mí esperanza se fue en cuanto me subí al primer colectivo del día. El chofer llevaba el periódico, que daba cuenta del accidente que ocurrió un día antes y donde salieron lesionados más de 20 pasajeros, junto a San Judas Tadeo. Cuando sentí el primer frenón no me quedó de otra que quedar viendo al Santito de las causas imposibles y pedirle que hiciera el milagrito del día y nos dejará llegar bien a nuestro destino.

Mientras cada uno de los pasajeros teníamos prisa por llegar al trabajo o la escuela, el chofer tenía como punto de destino la parada de plaza cristal, ahí se quedó varado esperando que uno o dos personas más se animarán a subirse al colectivo. Una joven vestida con el uniforme de su trabajo quedaba viendo de manera insistente el reloj, seguramente la espera del chofer se verá reflejada en su quincena.

Como para querer reponer el tiempo perdido el chofer se fue a toda velocidad sobre el boulevard y la avenida central. No se detenía ni a recoger a las personas que le hacían la parada. La lógica de los chóferes a veces es muy compleja.

Los pasajeros íbamos aferrados a los tubos, una señora hacía malabares agarrando a su hija que iba en sus piernas, sosteniendo una bolsa y agarrándose del tubo.

Intentaba leer un libro, pero mí instinto de supervivencia me hizo saber que debía de poner toda mí atención en tratar de llegar con bien al trabajo, estuve tentada a decirle al chofer que le bajara a la velocidad, pero la facha de pocos amigos y esa cara de loco extasiado que ponía al poner el pie en el acelerado me disuadió de la idea.

El pasajero pareciera que al subir al transporte público pierde todos sus derechos, el de la libre manifestación, por ejemplo, queda estrictamente prohibido criticar en voz alta la manera de conducir del colectivero salvo que quiera escuchar “pues si no le gusta agarre taxi”. Llega a perder el derecho más fundamental, el de la vida.

En la parada del parque de la marimba el chofer hizo otra parada, cuando los pasajeros bajaban del transporte aún decían “gracias” entendí que no era al hombre que iba en el volante, sino “gracias” a Dios, a la vida o a quien hizo posible que se llegara a un destino que no fuera la Cruz Roja.

En la parada del parque junto con otras personas se subió un hombre robusto ya con sus años encima, pero como de casi dos metros de altura, el tipo no se lograba ni acomodar en el colectivo porque para esas alturas del trayecto en la combi no cabía ni un alma más, a veces pienso que los transportistas de Tuxtla deberían de entrar a esos concursos en los que ganan los que pueden meter más gente en un carro, seguro lo ganarían.

No sé que fascinación tienen los trabajadores del transporte público por tener la música a todo volumen, me he llegado a subir a colectivos que tienen hasta lucecitas de colores.
El volumen de la música impedía que el chofer escuchara cuando los pasajeros pedían la bajada, el hombre robusto y alto pidió la parada en el parque central, pero lo hizo con una voz tan baja que no correspondía a su cuerpo, después entendí porqué lo hizo. El tipo empuño su mano y le dio reverendo golpe al toldo de la combi al momento que le decía al chofer “cabron que no escuchas, te pedí la parada, encima que manejas como animal me saliste sordo”. El chofer no dijo nada, se quedo mudo, se estacionó y el hombre descendió, en el colectivo los demás lo quedamos viendo como el héroe nacional que estábamos esperando.

El chofer le bajó a su música y a la velocidad, los demás pasajeros ya envalentonados nos atrevimos a comentar lo mal que manejan los del transporte público. “y así le quieren subir al pasaje” dijo una señora; “estos aunque les den cursos y cursos no entiende, pareciera que lo que les enseñan es cómo irnos a matar más rápido” dijo otro señor ya con sus canas encima.
Esta semana la nota del día se la llevo el transporte público no solo por el accidente que protagonizó un colectivo de la ruta 1, sino también por la reunión que sostuvieron autoridades del transporte con concesionarios para mejorar el servicio. Cualquier iniciativa que salga de esa negociación está destinada al fracaso mientras no haya otras opciones de transporte público barato y seguro, en tanto en los que se sienten en la mesa sean concesionarios y autoridades –que también son concesionarios- que nunca se han subido a un colectivo. Pareciera que lo único que nos queda a los usuarios es encomendarnos al Santo de las causas imposibles.

Clausuran Festival Internacional de Marimba


SANDRA DE LOS SANTOS

La noche inició con la marimba Alma Chiapaneca del municipio de Villaflores. En el teatro de la ciudad, Emilio Rabasa, donde se realizó el domingo por la noche el último concierto del octavo Festival Internacional de Marimba, no cabía un alma más, había personas hasta en los pasillos.

La gente ha hecho suyo este Festival, aunque la mayoría de los que asisten son adultos y personas de la tercera edad, ayer también se pudo ver a niños y jóvenes deleitándose con la música de marimba. Talvez son los que han decidido hacerle caso al consejo del maestro Tito Palomaque quien dijo “que recapaciten los jóvenes, que no le den la espalda a la marimba”.

Después de la participación de los integrantes de la marimba “Alma Chiapaneca”, arribaron al escenario los músicos de la rondalla de marimbas Nicaragua Mía.

Los “nicos” demostraron, durante su participación, que también en su país conocen la marimba, saben hacer música con este instrumento tradicional. Lo de ellos es un ensamble de marimbas de arco que suena igual que la marimba chiapaneca.

Los integrantes de la rondalla nicaragüense fueron de los más ovacionados de la noche. Al terminar su participación se despidieron del público, quienes con sus aplausos los obligaron nuevamente a tomar sus marimbas y seguir tocando.

En el último día del octavo Festival Internacional de Marimbas no hubo actos protocolarios de clausura ni discursos de ningún funcionario, aunque en el público estaba el director del Consejo Estatal para la Cultura y las Artes (Coneculta), Alfredo Palacios Espinosa, el único que habló fue el homenajeado de la noche y del festival, Tito Palomeque. Talvez esta fue una de las claras muestras que este festival ya es propiedad de la gente, que quien decide la hora que termina es el público cuando se calla para ya no pedir una canción más o se levanta extasiado a aplaudir.

En un video, que se proyectó el domingo en el teatro, Tito Palomaque habló de su gran compañera, la marimba, de cómo inició en su natal Pijijiapan a tocarla, de cómo conformó el grupo que hasta ahora continúa.

Después de la proyección comenzó el concierto de la Marimba de los Hermanos Palomeque de Pijijiapan. El pueblo costeño debió de haber quedado casi vacío el domingo porque muchos estaban en el teatro de la ciudad aplaudiéndole a su paisano.

Durante la interpretación de dos boleros autoría de los hermanos “Domínguez” cuatro parejas subieron a bailar al escenario, son de los que regularmente asisten al Parque de la Marimba.

El repertorio del grupo fue nutrido, una de las últimas canciones que interpretaron fue “el son del pijiji”, autoría de Tito Palomeque y muy conocida en todo el estado. Un grupo de danza folklorica bailó durante la ejecución de la música.

El pasado jueves por la noche las autoridades de cultura y el gobernador del estado, Juan Sabines Guerrero entregaron a Tito Palomeque un reconocimiento por su trayectoria. El verdadero reconocimiento lo recibió el domingo por la noche cuando el público, muchos de ellos sus paisanos, se pararon a aplaudirle y pedir que siguiera tocando. Se despidió con el “ El vuelo del abejorro”.

Vendedoras de caricias

SANDRA DE LOS SANTOS

Es uno de los centros nocturnos de table-dance más conocidos y concurridos en la capital del estado. El ingreso no está restringido, políticos, empresarios, empleados, estudiantes, padres de familia, hombres solteros, de lo que quieran, el único requisito es llevar varios billetes en la bolsa porque aquí nada es gratis, tan solo una lata de cerveza cuesta 60 pesos, hablar de botellas así sea el licor más barato es otra cosa, eso sí se tiene derecho a un baile en la mesa.

Esta noche varias mujeres llegaron a ver el cuerpo desnudo de otras mujeres, la mayoría llega acompañada de amigos o de su pareja, pero hay una mesa de puras mujeres que están entretenidas viendo el espectáculo de la noche, una de las bailarinas se acerca a esa mesa y les dedica su número, las clientas le aplauden complacidas.

Precisamente está chava vestida de gatubela, que prefiere bailarle a otras mujeres, es quien le echa más ganas a su oficio, se nota que no es una improvisada, que pasa horas ensayando su número.

Las otras bailarinas bailan en la pista casi de manera mecánica, a cada una le toca bailar dos canciones, en la primera nada más le cachondean al tubo, en la segunda se quitan la ropa hasta quedar desnudas.

Algunas se preocupan por limpiar el tubo antes de bailar, otras no tiene problemas con utilizarlo como lo deja su antecesora, suben a la pista a lo que van.

Al terminar su número, un anciano les da una bata y les ayuda a bajar de la pista, las acompaña hasta los camerinos para evitar que sean agredidas en el camino, pero el hombre es ignorado fácilmente, más de uno lo empuja para tratar de manosear a la bailarina y entonces ellas los evaden sutilmente.

En el centro nocturno no sólo las mujeres bailan, hay algunos clientes que les gusta hasta subir a la pista y contonearse en el tubo. En una de las mesas se observa a tres hombres que le pagan a las chavas, pero no para que ellas bailen, sino para que los observen a ellos, se atreven a quitarse hasta la ropa, aunque su cuerpo no sea tan presumible, ellas se limitan a aplaudirles, a incitarlos a que continúen armando el show alterno de la noche.

En una de las mesas, apartadas de la pista, hay un hombre que le invita una copa tras otra a una mujer vestida de enfermera, no la toca, ni conversa con ella, ni siquiera la mira ni a ella ni a las que están en la pista quitándose la ropa, su mirada está fija en el vaso llenó de licor.

Algunas de las chavas acceden a alguna que otra caricia a cambio de unos billetes, aunque la política del lugar es que no hay sexo en el antro, lo que hagan fuera ya es cosa de ellas, pero el sitio sirve también para armar el trato y los dueños lo saben, también sacan provecho de eso.

A Estefany me la encontré en el baño ya vestida con un pantalón de mezclilla, una botas de mujer fatal y un top verde, su número ya pasó y aunque no debería de salir a está hora del lugar ella ya se va “me voy escapar” dice, tiene un trabajo en una fiesta particular.

Tiene 23 años y es bastante desinhibida, le preguntó si la puedo entrevistar, dice que sí, pero que no diga el lugar dónde trabaja porque si los socios se enteran que hablo para un medio de información seguro la corren.

-Estefany no es tu nombre ¿verdad? –le preguntó-

-Es que Deborah no me gusto, Thalias ya hay muchas y Lorena no es nombre de teibolera –dice burlándose de los nombres de pila que regularme utilizan las bailarinas de los centros nocturnos.

Estefany es bastante sincera y sarcástica, cuando le digo que muchas bailan sin ganas y que “gatubela” se ve que le echa ganas al baile me dice que es porque ella tiene vocación, le gusta su oficio, y las otras, incluyéndola, no están dispuestas a esforzarse en el centro nocturno, que los buenos espectáculos los dan en las fiestas privadas, donde hay más dinero de por medio.

-¿Estás operada? Le pregunto más por curiosidad personal, pensando que la naturaleza no puede ser tan poco equitativa con las mujeres.

- ¿Se nota? Contesta agarrándose sus frondosos senos y con eso ya contestó.

-¿Te gusta tu trabajo?, ¿Lo haces por vocación o por qué no hay de otra?.

- Siempre preguntan lo mismo. –dice riéndose-, no es la primera vez que la entrevista un medio de información, pero suelta su respuesta. “A mí me gusta bailar, en serio me gusta, hay cosas que no me gustan, cuando los clientes se quieren pasar de lanza, cuando algunos quieren que se les haga algo gratis solo porque son del gobierno o de la policía, te dicen que son chingones, que no sé qué, pero no quieren pagar”.

-¿Cuánto ganas, te va bien?

-No chingues, yo no le digo cuánto ganó ni a mí mamá tampoco le digo cuántos paliltos me echó al día, por si me lo ibas a preguntar.

Estefany no está dispuesta a hablar mucho de su vida privada, me da la impresión que accedió a la entrevista nada más para divertirse un rato, como que ya está un poco harta de las historias lacrimógenas de las bailarinas de los centros nocturnos, las conoce bien y no quiere ser la protagonista de una de ellas.

-Hay clientes que les gusta que uno les cuente cosas de su vida, de cómo uno ha sufrido, cuando te encuentras uno de esos hasta le echas más porque les gusta andarse compadeciendo de la gente.

-¿Y tú qué platicas con tus clientes?

-Pendejadas.

- ¿Oye…y realmente esto es la vida fácil? –le digo un poco entrándole a su sarcasmo-.

-Nada es fácil, chula, nada es fácil, esto también es trabajo, oficio dijeras tú, pero cada quien hace lo que se le pega la gana, a mí me gusta esto. Contesta más en serio.

Como que la entrevista ya se le está haciendo algo incomoda así que la da por terminada, dice que tiene prisa, que va llegar tarde a su compromiso.

Le digo si podríamos hablar fuera del centro nocturno, si le pueden tomar fotos bailando, aunque no salga su rostro, a las dos cosas me dice que no.

En el sonido del centro nocturno suena la canción de panteón rococo “vendedora de caricias”, pienso que solo a Estefany se le puede ocurrir algo así de irónico, pero no es ella la que baila porque está en el baño preparándose para escaparse antes del trabajo, yo salgo un poco sacada de onda por lo poco que conseguí, hago un recuento y en mí cerebro me queda taladrando su última respuesta “nada es fácil, chula, nada es fácil”.

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