Gilberto Gómez Maza, premio Chiapas


TEXTO: SANDRA DE LOS SANTOS

CARICATURA: ENRIQUE ALFARO


Su oficio no solo es el mejor del mundo sino también el más antiguo dice al iniciar la entrevista en su consultorio, que es un buen lugar para que un “grande” cure las enfermedades de los pequeños.

Jesús Gilberto Gómez Maza es médico pediatra de oficio y profesión, político no por azares del destino, sino por la convicción de que puede curar las enfermedades de la sociedad y un cristiano practicante, no porque asista a misa todos los domingos, sino porque ha aprendido que Dios, con mayúsculas, solo se puede escribir así ofreciendo ayuda a los que menos tienen no por lástima ni caridad, sino por la fraternidad que debe de existir entre los seres humanos.

Muchos chiapanecos lo conocen porque curó sus enfermedades de pequeños o porque alivió sus preocupaciones al curar a sus hijos, pero también saben de él porque en dos ocasiones ha sido candidato a gobernador del estado, porque lo han visto ofreciendo consultas de forma gratuita en diferentes zonas del estado, porque se han sentado en la misma banca que él en alguna misa o lo recuerdan porque en un debate entre cinco candidatos a la gubernatura fue el único que habló del movimiento indígena y la causa zapatista, el que dijo en voz alta “Yo solamente tengo un jefe, un único jefe y es el que está allá arriba, Dios”.

El doctor Gómez Maza recuerda que la primera vez que hizo una autopsia fue cuando estuvo en primer grado de primaria, se lo hizo a un pez, de una de esas especies que no nacen por huevo sino vivos, en su panza tenía un montón de pescaditos, que intentó rescatar.

De niño le gustaba mucho la biología, pero al final de cuentas se decidió por la medicina humana, estudio la primaria y secundaria en Tuxtla Gutiérrez, de donde es originario y después se fue a estudiar la preparatoria al Distrito Federal.

Regresó a Chiapas al terminar la preparatoria, para ingresar al seminario de San Cristóbal de las Casas, ahí estuvo durante un año con el ahora obispo emérito de esa ciudad, Samuel Ruíz García, preparándose para ser sacerdote, pero se dio cuenta que su camino no era ese.

Decidió ingresar a la Universidad Autónoma de México (UNAM) a la Facultad de Médicina, ahí le cayó el movimiento de 1968, en el cual participó, era difícil para una persona que nació siendo de izquierda no hacerlo.

Su internado lo hizo en un hospital de Oaxaca, ahí hizo su primera huelga de hambre para exigir la construcción de un hospital infantil y el aumento de la beca que recibían los internos.

La vida de estudiante del doctor Gómez Maza está llena de anécdotas, que la edición de un solo periódico no alcanzaría para contarlas, su memoria ha sabido guardarlas.

A Chiapas regresó siendo ya pediatra, su primer trabajo en el estado lo tuvo en el hospital de San Cristóbal ahí fundó el área infantil, con cunas hechizas, focos que servían para las incubadoras y tres niñas, dos con tuberculosis y una con anemia, las dos enfermedades siguen siendo comunes en el estado.

Su andar profesional en estos más de 30 años de carrera ha pasado por el servicio público y privado así como la academia. Fue docente y director de la Facultad de Medicina de la Universidad Autónoma de Chiapas y médico del hospital regional de Tuxtla Gutiérrez.

Conoce muy bien todas las dolencias del sistema de salud del estado y federal porque las ha padecido, sabe que sus enfermedades tiene cura, pero lo lamentable es que los responsables de que sobreviva hacen todo por dejarlo morir.

Gilberto Gómez Maza es también político, dice que no es otro oficio, sino el mismo, el de la medicina. “Es como en curar, pero en grandote, hacer medicina preventiva es aplicar adecuadas políticas públicas, diagnosticar es identificar los problemas y curar es resolver esos problemas”.

Hacer política para él no tiene nada que ver con los grandes discursos oficiales, sino con la solidaridad, el servicio, con otra cosa muy diferente a los que muchos están haciendo.

“Que la solidaridad encuentre el paso libre y se imponga a la retórica” dice y uno entiende en esas palabras de lo que está hablando y que muchos no han entendido.

El próximo lunes le entregarán al doctor Jesús Gilberto Gómez Maza el premio Chiapas en la categoría de ciencias, el reconocimiento no puedo ser cuestionado, ni siquiera por sus adversarios, que podrán decir muchas cosas de él, menos negar de que el doctor ha hecho mucho más por Chiapas que todos ellos juntos.

Una arenilla para Alejandro Molinari


TEXTO: SANDRA DE LOS SANTOS

FOTOS: CORTESIA


A veces divido el mundo en dos, hoy lo voy a dividir en personas que tienen un oficio por no tener nada mejor que hacer y personas que lo mejor que hacen es su oficio. Alejandro Molinari es de estas últimas personas, él es escritor, periodista, caricaturista, docente, pintor o como él mismo se define “todojunto”.

Talvez usted conozca a Alejandro Molinari, sin que nunca haya estrechado su mano, compartido el licor “comiteco”, platicado con él más de una hora sin detenerse, talvez lo conoce por su trabajo, que es una de las mejores formas de conocer a alguien. Alejandro es el autor de las “Arenillas”, una de las columnas de la sección cultural del periódico, en las que a veces divide el mundo en dos.

Su nombre completo es Alejandro Benito Molinari Torres, hubo un tiempo en que canceló el Benito, pero se enteró que su padre eligió este nombre porque algún conocido le dijo que significaba “el bendito por Dios”, así que el Benito regresó porque era imposible esconder concepto tan bello.

Alejandrito tiene 52 años y es originario de Comitán, bastaría escucharlo hablar para confirmar que es paisano de Rosario Castellanos.

Empezó a escribir desde que Óscar, su maestro de primer grado de primaria le enseñó aquello de “mí mamá me ama, mi mamá me mima”, así lo cuenta él, lo de la literatura se le empezó a dar cuando estudiaba en la Universidad Autónoma de México (UNAM) cuando tenía 19 años.

Lo de pintar, dice, lo hace desde que Dely, su maestra de segundo grado de preescolar le enseñó a pintar con crayolas. Aunque, la verdad es que empezó a pintar en acuarela cuando estuvo en la Universidad del Valle de México estudiando arquitectura.

Alejandro tiene facilidad para hacer varias cosas por eso le sucedió lo que a muchos virtuosos les pasa, anduvo de un lado para otro buscando su vocación, pasó por la UNAM estudiando ingeniería en comunicaciones y electrónica, después estuvo en la UVM en arquitectura, hasta que llegó a la UNACh a cursar la licenciatura en lengua y literatura hispanoamericana.

Si habría que definir el oficio de Alejandro sería “artista”, aunque él prefiere decir que su oficio, es ser un hombre a quien le gusta compartir, dice, que todo lo que hace con la intención de comunicar.

“Soy un pésimo conversador, me cuesta mucho trabajo iniciar y perseverar en una relación directa, si me topo con alguien no sé qué platicar, así pues mis compas me califican más bien como un tipo aburrido, tal vez es fruto de algún rescoldo por ser hijo único de carácter introvertido. Un buen día decidí que debía hacer algo para comunicarme con el mundo y Dios me puso en el camino de la escritura, del dibujo y de la pintura y ahí la llevo”.

Habría que hacer algunas aclaraciones para que el lector no se quede con una idea errada de quién es Alejandro, aunque él dice que no es un buen conversador los que lo conocemos podemos refutarlo, talvez lo que sucede es que a veces hay tantas cosas que decir que un solo lenguaje no basta y por eso se termina haciendo uso de todo lo que se tiene al alcance.

En la entrevista, Alex dice tantas cosas, que bien vale la pena ponerlas de manera textual.


¿Qué es lo que más te gusta hacer escribir o pintar?

No vayas a pensar que es una mala respuesta pero nunca elijo entre uno u otro oficio, porque todo es parte de lo mismo. Para mí todo es un árbol y paso de una rama a otra sin ninguna preferencia, tal vez sólo buscando a veces la sombra o un poco de más luz, dependiendo de la hora del día.
¿Qué es lo que más te agrada de tu oficio?

Que me permite enredarme en ese hilo que se llama libertad. No existe nadie, nadie, que me indique qué escribir o qué pintar. Abel Quezada, el famoso caricaturista y pintor, decía que pintar es la libertad total, tenía razón. Cuando pinto o escribo me siento un papalote que vuela todos los cielos. Dejo que el viento fluya y sea la mano de Dios la que me indique la mejor galaxia.
¿Qué es lo que no te agrada de tu oficio?

De mi oficio no me desagrada nada. Lo que está alrededor de él sí es desagradable, pero esto ya no es parte de mi oficio. Si escribo me gusta publicar, y publicar un libro significa andar tocando puertas y esto no va conmigo (Dios me libre de hincarme ante los Semidioses de Coneculta Chiapas); si pinto me gusta ofrecer mis obras y esto también es algo irritante. En muy contadas ocasiones me ha tocado gente que aprecia mi obra y no regatea. Hay compas que me tiran monedas sobre la banqueta para que yo me incline a recogerlas y esto, ¡esto no va conmigo! La labor de creación es una maravilla, lo indignante es lo otro, ese universo apabullante que se llama mercado. No sé por qué nadie le reclama a un carpintero que le regale una silla, como sí nos reclaman a los que escribimos o pintamos. Los compas quieren que uno les regale el libro o un cuadro. ¡No se vale!
¿Te gustaría dedicarte a otra cosa?

No, no, no. Tengo una gran paz interior gracias a mi oficio. Soy un hombre conforme y agradecido con lo que Dios me puso en mi camino.
¿Cuándo eras niño qué querías ser?

Mis papás siempre estuvieron muy cercanos al mundo de los sacerdotes católicos, así que un buen día me hallé jugando a dar misa en el patio de mi casa y pensé que me gustaría ser sacerdote, pero luego eso perdió sustancia y ya nunca jugué a ser algo. Como algo de niño subsiste en mí, creo que es válido decir que el niño que soy quiere ser lo que soy.
¿De dónde te viene el gusto por la literatura y la pintura? ¿ es genético?

Mi familia paterna tiene sus raíces en Italia, no sé si por ahí mi bisabuelo o tatarabuelo anduvo enredado en esta vaina, pero el otro día mi mamá estaba tejiendo y de pronto, sin que hubiera algún motivo especial, dejó de tejer y me dijo que mi bisabuela “Nana mía” era una gran lectora. Ella sacaba una silla de mimbre, en el rancho cercano a Huixtla, y se pasaba las tardes leyendo, leyendo. Yo dejé de escribir y sonreí. Esa tarde, mi mamá me regaló algo como una huella, como un motivo de reconocimiento.
¿Por qué se llaman Arenillas tus arenillas?

En los años noventas me tocó el honor de dirigir un suplemento en el periódico “La Voz del Sureste”, se llamaba “Viernes” porque se publicaba tal día. Ahí entrevisté a muchas personas que reflexionaban acerca del fenómeno del Milenarismo, pues el próximo siglo (éste) ya estaba cercano. Como eran reflexiones serias pensé que era bueno rematar la entrevista con algo más ligero. Si los pensadores aportaban en la parte seria “su grano de arena”, el jueguito de la palabra la bauticé como “arenilla”. Ya después el maestro Enrique García Cuellar, por extensión, nombró así a mi columna y desde entonces.
¿Por qué lo que más pintas son cajitas y no otras cosas?

También pinto cuadros, pero aspiro a ser un verdadero artesano. Los cuadros llevan implícito un letrero de “No tocar”, una cajita es lo contrario. Durante dos años ofrecí y vendí mis cajitas en un bazar de la ciudad de Puebla que se llama “Los Sapos”, eso me llevó a tener la máxima experiencia de mi vida. Mi obra no está en ningún gran museo del mundo, pero está en casas de Australia, España, Estados Unidos, Francia y muchas de México.
¿Quieres dedicarte toda tu vida al arte?

¿Me dejas hacer un retruécano y decir que quiero dedicar mi arte a la vida?

A veces divido el mundo en dos, la próxima semana dividiré el mundo en personas que dedican toda su vida al arte y personas, que como Alejandro, deciden dedicar su arte a la vida.

Seguidores

Periodismo sin censura en twitter

    follow me on Twitter