Martha y Antonia elegidas para ser parteras


TEXTO Y FOTO: SANDRA DE LOS SANTOS

Chilpancingo, Guerrero.- El oficio no solo les viene de familia sino por vocación, la propia vida les dijo que su única tarea posible era ser parteras. “Cuando era niña soñaba mucho que levantaba niños, así chiquita yo me veía ayudando a las mujeres a parir, una vez se lo conté a mi mamá y ella me dijo que soñaba eso porque talvez me iba a quedar como partera de la comunidad cuando ella se muriera” cuenta Martha Elena Pérez López, partera de la comunidad del zacatal, municipio de Jitotol en Chiapas.

“Así es uno lo sueña, sino lo sueña aunque toda tu familia sean parteras uno no va ser partera porque no sirve para eso, uno cree a veces que no va a poder porque a veces te avisan muy chica, pero después todo es fácil” dice Antonia Pérez Pérez, partera de la comunidad Francisco I. Madero, municipio de Jitotol.

Martha tiene 28 años, cinco de ellos dedicados a la partería, es madre de cuatro hijos, el primero lo tuvo a los 14 años. Antonia tiene 42 años de edad y desde los 20 se dedica a ayudar a las mujeres a parir, tuvo ocho hijos.

Ambas vienen de una dinastía de parteras. En el caso de Antonia hasta su padre era partero, lo que es poco común porque el oficio pareciera exclusivo de las mujeres.

Las dos son indígenas tsotsiles del municipio de Jitotol, integrantes de la agrupación civil Kinal Anzetik.

Llegaron hasta la capital del estado de Guerrero para participar en el Foro Nacional por la Salud de las Mujeres. Salieron de su comunidad el pasado miércoles 17 de septiembre desde la madrugada, antes tuvieron que dejar encargados a sus hijos, darle de comer a los chivos y las gallinas, dejar preparada la comida para sus familias para estos días de ausencia.

Durante el foro su palabra se escucho, se quejaron ante las autoridades de salud federal de que en el hospital de Bochil el personal médico no respeta su trabajo, no hay traductores, que las mujeres indígenas son las últimas en ser atendidas aunque sean las primeras en llegar.

Martha y Antonia están muy concientes de su trabajo, dicen que si ellas no ayudarán a parir a las mujeres en sus comunidades muchas tendrían que parir solas porque no hay médico. No solo apoyan a las mujeres en el momento del parto, sino durante todo el embarazo y puerperio.

Hasta ahora, dicen orgullosas, ninguna mujer ni un menor ha muerto en sus manos, todos han salido con bien, cuando ven una urgencia obstétrica que no podrán resolver por falta de equipo médico u otra razón, ellas mismas llevan a las mujeres al hospital de Bochil.

“Uno tiene que salir a media noche a buscar carro para llevar a la parturienta, el médico nunca quiere que entremos a ver a nuestra paciente, nos dice hasta aquí quedas y ya no nos deja entrar aunque la mujer no hable español” cuenta Martha, mientras Antonia dice “nuestro trabajo vale y vale mucho porque allá no hay médico, no hay quien mire a las mujeres embarazadas, solo nosotras, no hay nadie más”.

Martha es la imagen contradictoria de la mujer indígena sumisa, talvez es por su edad o porque ha tenido que aprender a esquivar los golpes de la vida. La partera habla fuerte, no se deja, se hace escuchar. “Y yo no muevo del hospital hasta que veo que ya atendieron a mí paciente” dice y uno le cree porque la perseverancia o la terquedad a esta mujer se le nota a leguas.

En cambio Antonia es más tranquila, callada, pero cuando dice algo lo señala con tal certeza que es difícil contradecirla, saca la casta cuando tiene que defender a sus pacientes, cuando defiende lo que cree justo.

Martha y Antonia son en sus comunidades las principales promotoras de la salud materna-infantil, decidieron entrarle a este oficio por vocación, porque nacieron para esto, porque no se ven en la vida haciendo otra cosa, porque este oficio les ha permitido encontrarse como seres humanos, porque fueron elegidas para ser parteras.

Cómo conocí al "Rayo"



SANDRA DE LOS SANTOS

Conocí al "Rayo" el jueves de la semana pasada. Los primeros en presentármelo fueron Óscar Palacios y Hugo Montaño mientras íbamos a Tapachula. "La presentación del libro debió de hacerse en una cantina", decía Óscar a Hugo.

Durante el vuelo de Tuxtla Gutiérrez a Tapachula y el transcurso del aeropuerto al hotel, los escritores chiapanecos siguieron hablando de Rafael Ramírez Heredia, me limitaba a escucharlos porque al igual que Romeo Ortega no conocí al "Rayo Macoy", "nunca tomé una copa con él, jamás lo vi en persona ni le estreché la mano. Sabía del escritor por conversaciones con Nadia Villafuerte, porque me encontraba su nombre en la librería de Sanborns, pero nunca traía el suficiente dinero para comprar su libro "La mara".

Al llegar al hotel en Tapachula, Domingo Pérez Sarmiento nos entregó el libro "El rayo", que sería presentado más tarde en el auditorio de la Facultad de Contaduría y Administración de la Universidad Autónoma de Chiapas (Unach).

Faltaba poco para la presentación, que se realizó a las 19:00 horas, lo primero que leí fue el texto de Marco Aurelio Carballo, busque el de Óscar Palacios y no lo encontré, así que me seguí con Hugo Montaño. No dio tiempo de más, había que ir a la presentación.

"La mesa redonda"

En el trayecto del hotel a la universidad conversamos con Roberto Bravo, me contaba cómo Marco Aurelio Carballo lo invitó a participar en el libro. "Tenía muchos años de no venir a Chiapas y ahora aquí estoy por Rafael".

Cuando la treintena de escritores, la mayoría de ellos autores del libro y periodistas, entramos al auditorio, el lugar estaba lleno.

La presentación del libro no fue un acto protocolario, en algún momento se convirtió en una "mesa redonda", donde todos hablaban y se reían en torno a un solo personaje.

Isabel Arvide, quien moderó la mesa, impuso las reglas desde el principio: "si alguien se aburre paramos esto"; no hubo necesidad, todos estaban a gusto con las anécdotas que contó Hugo Leonel del Río, Marco Aurelio Carballo y Roberto Bravo, éste último no pudo terminar su texto porque los recuerdos lo invadieron y se le hizo un nudo en la garganta.

Óscar Sumuano, quien realizó una serie de entrevistas con la familia del homenajeado, habló de la vida del escritor con su familia, "era un pan", dijo, repitiendo lo que una de sus hijas piensa.

Jorge Ramírez Heredia prefirió no hablar mucho de su hermano, "que hablen los escritores porque yo nada más tengo cosas buenas que decir de él".

El "Rayo" pasó la noche con sus amigos

Después de la presentación cenamos en un conocido restaurante de Tapachula. Me uní al grupo de Óscar Palacios, Hugo del Río, José Juan Flores y Hugo Montaño, en la mesa había una botella de vino, caballitos de tequila, vasos con vodka y refresco, en pocas palabras había mucho trago y una botella de agua que era mía. "Sólo hay dos tipos de periodistas: los borrachos y los pendejos", me dijo Hugo del Río con el ingenio que lo caracteriza; no había mucho qué discutir sobre su teoría, así que pedí una "Pacífico".

Desde que me entregaron "El Rayo" lo anduve en mis manos, hasta que llegué al restaurante y lo dejé en una silla. Salí a medianoche de ahí y olvidé el libro, después me di cuenta que no lo olvide, sino que "El Rayo" se quedó a seguirla con los cuates.

Al otro día, domingo, me regresó "El Rayo" intacto, como que si nada hubiera pasado la noche anterior; con Rafael Ramírez Heredia, sonriente con su largo bigote y ceja levantada. Recordé que en la mesa no había ron y pensé: "con razón regresó como una lechuga".


"En el libro están los que quisieron y pudieron"

Por la mañana entrevisté a Óscar Sumuano, periodista chiapaneco radicado en el Distrito Federal, que realizó una serie de entrevistas con la familia de Rafael Ramírez Heredia, después de su muerte.

Mi intención era que el periodista me explicara esa parte no tan conocida del escritor nacido en Tamaulipas. "Era otro en su casa, un pan con sus hijas y más aún con las nietas", me contó.

"Creo que Rafael podía manejarse como lo hacía en el exterior porque en el interior de su casa tenía una familia que lo fortalecía, Conchi -esposa de Heredia- es una mujer que ilumina todos los rincones, respetaban su espacio, las horas que dedicaba al trabajo", dijo Óscar Sumuano.

"En el libro participaron los que quisieron y pudieron, aunque muchos dijeron que no pudieron aunque la verdad es que no quisieron y seguramente hubo quienes quisieron pero realmente no pudieron", señaló Marco Aurelio Carballo.

Los que estaban en la mesa coincidieron que la mejor manera de rendirle homenaje a un escritor es leyendo su obra, y "El Rayo" es una muy buena manera de ofrecerle un reconocimiento a Rafael Ramírez Heredia, porque ahí está una invitación a seguir leyendo la obra del escritor tamaulipeco.

Las erratas
Lo bueno de llegar a Tuxtla Gutiérrez el viernes por la tarde fue encontrar a la entrada del lugar en donde se presentaría el libro, una lona que anunciaba el evento. Ahí estaba "El Rayo Macoy" con su sonrisa un tanto maliciosa, dándole la bienvenida a sus amigos.

Poco después de las 19:00 horas, en un conocido hotel del poniente de la ciudad capital, se presentó el libro. Isabel Arvide, Felipe Garrido, Armando Rojas Arévalo, Óscar Palacios, Hugo Montaño, Ignacio Trejo y Romeo Ortega, algunos de los autores de la publicación, presentaron la obra editada por Fontamara.

Hugo Montaño contó una de las tantas tardes que pasó junto con Heredia en "Las Laminitas". Felipe Garrido lamentó que no hubieran libros del "Rayo Macoy" en las librerías chiapanecas, pero después lo corrigieron: "claro que hay", dijo uno de los alumnos de Heredia. Cada uno de los ponentes fue hablando de la vida y obra del escritor.

La presentación fue un poco, como dijo Isabel Arvide, un paseo por varias cantinas porque cada autor nombraba alguna cuando recordaba al "Rayo Macoy".

En la presentación de Tuxtla asistieron varios de los alumnos de Ramírez Heredia, a los que les impartió cursos y compartió mesas de cantina. Ellos se dieron a la tarea, durante la sesión de preguntas y respuestas, de corregir algunas cosas que se dijeron en torno al tamaulipeco.

"La cantina que más visitaba no era Las Laminitas, sino la Tía Mechita", dijo uno y después otro aclaró: "en un tiempo fue la Tía Mechita, pero por un problema amoroso ahí cambió a Las Laminitas; una vez dijo que si le juntaban todo el dinero que había gastado en la Tía Mechita podía comprar al menos la cuarta parte del lugar".

Sus alumnos lo recordaron también como un hombre disciplinado que dedicaba al trabajo al menos diez horas diarias de manera rigurosa. Por eso los descansos en las cantinas eran necesarios.

Lamentaron la ausencia de algunos de sus amigos que no estuvieron en la presentación del libro y tampoco participaron en él.

Tenía que leer el libro completo para poder escribir este texto, así que ayer por la noche lo hice. No me gusta el ron con coca-cola, me da dolor de cabeza, pero al terminar de leer "El Rayo" ya tenía una "cuba" en la mano. "Rayo", ¡salud!, por el gusto de haberte conocido.

NOTA: Este texo fue publicado en El Heraldo de Chiapas el 14 de octubre del 2007.

Pintor con fuego


TEXTO: SANDRA DE LOS SANTOS

Es probable que su trabajo sea una de las pocas cosas que sobreviva dentro de miles de años, su obra lo garantiza, será eterna, y es que la cerámica permanece a pesar del tiempo.
Rodolfo Disner Clavería es maestro en Artes Plásticas, es su profesión y oficio, egresó de la Academia de San Carlos, la misma escuela que albergó a grandes muralistas de México como David Alfaro Siqueiros y Diego Rivera.
"Mi edad, si no me la pregunte porque no se la digo", dice el artista, quien estudió en la misma generación de César Corzo y comió camarones a la orilla del mar de Puerto Arista junto a Jaime Sabines. Después él mismo dice su edad 76 años, "la mayoría de ellos pintando con fuego".
El gusto por las artes plásticas le empezó en el municipio que lo adoptó y lo hizo uno de sus hijos predilectos, Tonalá, aunque él es originario de Huixtla, cuenta que vivía cerca de una ladrillería y ahí empezó a hacer figuras de barro, después se fue al Centro de la República a estudiar.
Cuando se recibió como maestro en Artes Plásticas se fue a trabajar al Norte del país como muralista, regresó a Chiapas y en 1972 fundó el Centro de Producción Artesanal en Tonalá, el cual hasta la fecha sigue funcionando.
"Cuando regresé a Chiapas es que me entra el gusanito por pintar en la cerámica, a querer pintar con fuego y la empiezo a trabajar, a sacar mí propia técnica, lo que yo hago es cerámica artística de proyección arquitectónica", explica el artista.
La obra más representativa de Disner, y lo dice él mismo, es el mural que está en el Centro Cultural de Chiapas "Jaime Sabines" en Tuxtla Gutiérrez, le llevó un año hacerlo junto con 12 artesanos. La obra está compuesta de 12 mil 200 tabiques de 15 por 15 cada uno. También tiene murales en la Universidad Autónoma de Chiapas (Unach) y obras que ya han estado en exposiciones tanto en México como en el extranjero.
Rodolfo Disner es el único artista en Chiapas y tal vez en México y el mundo que utiliza la cerámica para hacer murales, su obra es reconocible por cualquiera, tiene su sello personal, huele un poco a mar y a cobre, parece estar viva porque ha logrado movimiento.
El artista plástico chiapaneco considera que el apoyo para los creadores ha ido decreciendo, los tiempos en que los promotores culturales del gobierno del estado apoyaban para hacer exposiciones han terminado.
"Yo me acuerdo mucho de don Jaime Sabines, una vez le llevé un plato de camarones cuando estaba en Puerto Arista y él me invito una copita, no las pasamos platicando toda la tarde, él hablaba de poesía y yo de muralismo, al mes lo fui a ver a Palacio de Gobierno y me dio un cheque por 22 mil pesos para que fuera a exponer a México", cuenta el muralista, quien al igual que otros artistas mexicanos tuvo su encuentro con el mecenas de la cultura.
En 1972, con el apoyo de Manuel Velasco Suárez, abrió en Tonalá el Centro de Producción Artesanal en el que se enseña a niños y jóvenes el trabajo artesanal y artístico con la cerámica, hasta 1997 este centro funcionaba con el apoyo de las autoridades de cultura del estado, ahora tiene que ser financiado por el artista plástico.
"Antes nos daban material y el gas que es carísimo, ahora nada, yo doy el material y mis horas de trabajo para enseñar la cerámica, en el taller llegamos a trabajar 12, ahora sólo somos tres", cuenta el maestro.
A pesar de estas adversidades, el centro sigue funcionando y la obra de Disner ha trascendido.
A diferencia de muchos artistas, él está muy preocupado por enseñar sus habilidades con la cerámica, dice que puede enseñar su técnica más no su sensibilidad, que eso es cosa de cada quien.
Es probable que su trabajo sea una de las pocas cosas que sobreviva dentro de miles de años, que sus murales enseñen algo de lo que está pasando ahora, su obra está garantizada, será eterna, la cerámica no se destruye.

Viacrusis por falta de quirófano en la Cruz Roja



TEXTO: SANDRA DE LOS SANTOS

FOTO: ARIEL SILVA-CORTESIA

El puñal le entró por el estómago y le llegó hasta el hígado, supieron desde el principio que llevarlo a la Cruz Roja era inútil porque ahí desde hace dos años no hay quirófano ni los insumos necesarios para hacer una intervención quirúrgica, no sabían si era derechohabiente de alguna dependencia de salud así que optaron por llevarlo al Hospital Regional de Tuxtla Gutiérrez.

El hombre herido tuvo que esperar, ya inconciente, en un pasillo acostado en la camilla de la Cruz Roja, los médicos de guardia del hospital buscaban un lugar donde atenderlo y los paramédicos sabían que no se podían ir del sitio hasta que les devolvieran la camilla.

“Ya no supimos qué paso con el señor, esperamos la camilla y nos fuimos, a él lo atendieron rápido porque la verdad iba muy mal, pero nos ha tocado llevar a heridos al IMSS y luego al hospital y esperar un gran rato para que los atiendan, a la Cruz Roja no los podemos llevar porque ahí no hay quirófano y se valoramos que se va a necesitar operación pues de nada sirve llevarlos allá” cuenta un paramédico de esta institución, que prefiere omitir su nombre.

Cuando no hay de otra, dicen, se los llevan a la Cruz Roja y cuando llegan los familiares ellos ven cómo le hacen para llevárselo a una clínica particular agrega el paramédico, uno de los pocos que es remunerado en la delegación de Tuxtla Gutiérrez.

En enero del 2007 la delegación de la Cruz Roja en Tuxtla Gutiérrez cerró sus áreas de hospitalización y quirófano, que funcionaban desde 1954, por falta de recursos para mantenerlas.

Cuando se anunció el cierre se dijo que se abriría de nueva cuenta cuando hubiera recursos para mantenerla hasta ahora ese momento no ha llegado.

Para mantener los servicios de hospitalización y quirófano se requieren poco más de 300 mil pesos mensuales para absorber gastos de energía eléctrica, agua e insumos.

Desde el cierre del quirófano la delegación de la Cruz Roja en Tuxtla Gutiérrez se limita a recoger a los heridos y llevar a las instituciones a las que están afiliados, pero si no cuentan con seguridad social, como sucede la mayoría de las veces, son llevados al hospital regional.

En la Cruz Roja solo se da los primeros auxilios, cuando se puede se estabiliza al paciente, pero después sus familiares tienen que ver donde puede ser hospitalizado porque en la delegación de Tuxtla Gutiérrez no hay espacio para que estén más de 24 horas.

La situación de la delegación de la Cruz Roja en la capital chiapaneca no es exclusiva, en otros estados se pasan por situaciones semejantes.

Vivir de la cocina

TEXTO: SANDRA DE LOS SANTOS

Las cocinas profesionales están organizadas como un batallón de guerra, en donde el chef ejecutivo es el general en jefe, los subchef son los generales de división, los cocineros y sus ayudantes los soldados de infantería y los lavaplatos son los militares rasos.

Juan Carlos Azpe Sánchez es chef ejecutivo, su gorro de 28 centímetros de largo, equivale en la cocina a las cuatro estrellas plateadas de un general en jefe en cualquier ejército, se lo ganó después de 18 años de trabajo.

El comparar la organización de la cocina a la de un ejército no es solo metáfora, las similitudes no son solo coincidencias, sino que un conocido chef internacional se le ocurrió hace ya varios años ordenar la cocina como un ejército, después de que se retiró de la milicia y así quedó establecido.

Juan Carlos Azpe Sánchez tiene 37 años de edad y después de 18 años de laborar en diferentes restaurantes obtuvo el más alto grado, el de chef ejecutivo. Tiene todas las insignias que le dan el nombramiento, su gorro mide 28 centímetros y su mandil le cubre más allá de las rodillas. Los subchef usan gorros de 26 centímetros y los cocineros y ayudantes de 24, sus mandiles también son más cortos.

El carácter de Juan Carlos es muy diferente que la de cualquier general de un ejército. Es amable y muy buen conversador, características propias de su oficio.

Es originario del Estado de Puebla, pero es chiapaneco por adopción, trabajó en restaurantes y hoteles de los principales centros turísticos del país y ahora es coordinador de la carrera de gastronomía de la Universidad de Ciencias y Artes de Chiapas (Unicach).

Reconoció su vocación desde que sintió el olor del tomillo en la cocina de su madre, cuando cursaba la secundaria ya daba clases de repostería y cuando terminó la preparatoria se dedicó a tomar clases de cocina para después incorporarse a trabajar en una conocida cadena hotelera del país.

No entró como soldado raso, se saltó la parte de lavar platos, empezó como ayudante de cocinero y para llegar al grado de cocinero le costó siete años y otro tanto para convertirse en Chef.

El grado no es académico, se gana en la cocina, con años de experiencia, disciplina y creatividad. No se llega a ser chef sin antes conocer bien el oficio.

Para él ser chef es tanto como ser un compositor de canciones y ser cocinero un interprete. “Los chef dirigen, crean lo mismo que hace los compositores, pero las canciones o la música que ellos crean no podría llegar a nadie sin los interpretes, es lo mismo que pasa con los cocineros, quienes son los que finalmente hacen los platillos” considera Juan Carlos.

Desde que se entra a la cocina hay una necesidad por avanzar al siguiente grado y cuando ya no se puede es momento de cambiar de trabajo considera Juan Carlos. Él tuvo que dejar su oficio por dos años y emplearse como ejecutivo de un banco porque el lugar en el que estaba veía truncado la posibilidad de ascender.

Los dos años que estuvo en el banco le ayudó a capitalizarse y poner su propio negocio de banquetes, el cual sigue funcionando.

Ha creado un sin de platillos, pero como él mismo dice en la cocina no hay derechos de autor, una receta si se le cambia un ingrediente ya es creación de otra persona.

Su especialidad son los alimentos nutricionales vegetarianos, puede sonar poco atractivo habiendo tanto de donde escoger, pero el chef explica por qué eligió especializarse en esta clase de platillos.

“Soy diabético y tengo la necesidad de tener una dieta especial, pero eso no significa que no deba de ser atractiva al gusto. Antes en las cartas no habían muchos platillos para las personas que necesitamos una dieta especial, ahora ya no es así en muchos restaurantes al menos tienen dos platillos pensando en esos comensales” comenta el chef.

Aunque su especialidad es esta clase de alimentos, asegura que es capaz de satisfacer el gusto de cualquier comensal. El platillo que más le gusta es la paella vegetariana y según dice es lo que mejor le sale.

Juan Carlos continúa viviendo de la cocina, él mismo dirige la preparación de los alimentos en su negocio y además de ser el coordinador de la carrera de gastronomía en la Unicach también es docente.

En este oficio, asegura, siempre hay que estar dispuesto a enseñar, pero también aprender.

Este oficio, dice Juan Carlos, pone a cada quien en su lugar. Después de 18 años a él lo puso en el mayor grado de la jerarquía dentro de la cocina.

Entrevista con Gabriel García Márquez

Harán cirugias a niños para que pueda alimentarse


SANDRA DE LOS SANTOS

San Cristóbal de Las Casas.- Algo tan elemental, para él resulta casi imposible. No puede succionar la leche de los pechos de su madre a pesar de que tiene toda la fuerza e intención para hacerlo, pero su labio paladar hendido le impiden mamar como cualquier bebé de su edad, la leche se le escurre de la boca, llora y se desespera, pero su madre insiste en darle de comer. No hay de otra, tiene que alimentarse.

El auditorio del Sistema Nacional para el Desarrollo Integral de la Familia (DIF) de San Cristóbal de Las Casas está repleto de mujeres indígenas, la mayoría monolingües, con sus hijos en los brazos, todos sufren de labio paladar hendido.

Las indígenas provienen de diferentes comunidades de los Altos de Chiapas, llegaron a San Cristóbal de Las Casas para inscribir a sus hijos en la campaña gratuita de cirugías de labio paladar hendido que realizan de manera conjunta la Secretaría de Salud del Estado, la Clínica de Labio Paladar Hendido Asociación Civil (Claypa) y la Agencia de Cooperación Internacional de Japón (JICA, por sus siglas en inglés).

Mientras esperan que les hagan el expediente clínico de sus pequeños, las mujeres observan a María Teresa Coronado, doctora de Claypa, quien les explica cómo pueden alimentar a sus hijos con biberón, porque a la mayoría de ellos se les dificulta mamar.

A las madres les es difícil entender lo que dice la médica porque no hablan el español, la doctora se da cuenta de ello y pide que alguien le ayude con la traducción al tsotsil, un hombre alza la mano y hace la labor.

Pero en el auditorio no sólo hay tsotsiles, también hay tseltales, así que se necesita otro traductor. El mismo problema se tiene para hacer el expediente clínico de los niños, las madres no pueden dar los datos porque no hablan el español así que los médicos buscan traductores por donde sea, uno que otro se ofrece y se logra salir del apuro.

En la lista de pacientes que necesitan la cirugía están 167 personas, que tienen desde un mes de nacimiento hasta 50 años de edad, pero sólo 50 podrán ser operadas en está campaña que concluirá el próximo 15 de septiembre; dice Juan de Dios Bermúdez, coordinador de la campaña de labio y paladar hendido.

Para hacer la cirugía priorizan a los bebés y las personas de mayor edad, que nunca han sido sometidos a una operación de este tipo.

La mayoría de las personas que buscan ser operadas son de comunidades de los Altos de Chiapas, pero también hay de Tuxtla Gutiérrez, Villaflores, Cintalapa, Tapachula y el estado de Campeche.

Aunque la valoración se realiza en San Cristóbal de Las Casas, las operaciones se están realizando en el hospital de San Andrés Larráinzar. Se pretende someter a cirugía a 10 personas diariamente desde hoy y hasta el próximo lunes 15 de septiembre.

La operación dura en promedio dos horas y si se realizara de forma particular tendría un costo de entre 40 mil a 50 mil pesos.

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