TEXTO Y FOTO: SANDRA DE LOS SANTOS
Chilpancingo, Guerrero.- El oficio no solo les viene de familia sino por vocación, la propia vida les dijo que su única tarea posible era ser parteras. “Cuando era niña soñaba mucho que levantaba niños, así chiquita yo me veía ayudando a las mujeres a parir, una vez se lo conté a mi mamá y ella me dijo que soñaba eso porque talvez me iba a quedar como partera de la comunidad cuando ella se muriera” cuenta Martha Elena Pérez López, partera de la comunidad del zacatal, municipio de Jitotol en Chiapas.
“Así es uno lo sueña, sino lo sueña aunque toda tu familia sean parteras uno no va ser partera porque no sirve para eso, uno cree a veces que no va a poder porque a veces te avisan muy chica, pero después todo es fácil” dice Antonia Pérez Pérez, partera de la comunidad Francisco I. Madero, municipio de Jitotol.
Martha tiene 28 años, cinco de ellos dedicados a la partería, es madre de cuatro hijos, el primero lo tuvo a los 14 años. Antonia tiene 42 años de edad y desde los 20 se dedica a ayudar a las mujeres a parir, tuvo ocho hijos.
Ambas vienen de una dinastía de parteras. En el caso de Antonia hasta su padre era partero, lo que es poco común porque el oficio pareciera exclusivo de las mujeres.
Las dos son indígenas tsotsiles del municipio de Jitotol, integrantes de la agrupación civil Kinal Anzetik.
Llegaron hasta la capital del estado de Guerrero para participar en el Foro Nacional por
Durante el foro su palabra se escucho, se quejaron ante las autoridades de salud federal de que en el hospital de Bochil el personal médico no respeta su trabajo, no hay traductores, que las mujeres indígenas son las últimas en ser atendidas aunque sean las primeras en llegar.
Martha y Antonia están muy concientes de su trabajo, dicen que si ellas no ayudarán a parir a las mujeres en sus comunidades muchas tendrían que parir solas porque no hay médico. No solo apoyan a las mujeres en el momento del parto, sino durante todo el embarazo y puerperio.
Hasta ahora, dicen orgullosas, ninguna mujer ni un menor ha muerto en sus manos, todos han salido con bien, cuando ven una urgencia obstétrica que no podrán resolver por falta de equipo médico u otra razón, ellas mismas llevan a las mujeres al hospital de Bochil.
“Uno tiene que salir a media noche a buscar carro para llevar a la parturienta, el médico nunca quiere que entremos a ver a nuestra paciente, nos dice hasta aquí quedas y ya no nos deja entrar aunque la mujer no hable español” cuenta Martha, mientras Antonia dice “nuestro trabajo vale y vale mucho porque allá no hay médico, no hay quien mire a las mujeres embarazadas, solo nosotras, no hay nadie más”.
Martha es la imagen contradictoria de la mujer indígena sumisa, talvez es por su edad o porque ha tenido que aprender a esquivar los golpes de la vida. La partera habla fuerte, no se deja, se hace escuchar. “Y yo no muevo del hospital hasta que veo que ya atendieron a mí paciente” dice y uno le cree porque la perseverancia o la terquedad a esta mujer se le nota a leguas.
En cambio Antonia es más tranquila, callada, pero cuando dice algo lo señala con tal certeza que es difícil contradecirla, saca la casta cuando tiene que defender a sus pacientes, cuando defiende lo que cree justo.
Martha y Antonia son en sus comunidades las principales promotoras de la salud materna-infantil, decidieron entrarle a este oficio por vocación, porque nacieron para esto, porque no se ven en la vida haciendo otra cosa, porque este oficio les ha permitido encontrarse como seres humanos, porque fueron elegidas para ser parteras.
1 comentarios:
fuiste a Chilpancingo, mujer? este trabajo salió en el heraldo?
no estoy seguro pero creo que he visto ya varios trabajos tuyos sobre el tema, verdad?? chido que lo estes trabajando a fondo... me gusta.
saludos!!!
pd. pásame tu correo, vale? creo que lo perdí :(
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