Vive minusválido en condiciones deplorables
TEXTO: SANDRA DE LOS SANTOS
FOTOS: ARIEL SILVA
El calor en la galera es tan fuerte que es capaz de cocer un huevo, pero a este hombre, que lleva viviendo en este lugar tres años, ya se le cocieron los dos, no de ahora, sino desde hace mucho tiempo.
Arturo López es originario de Ciudad Camargo, Chihuhuahua, tiene 14 años viviendo en Chiapas y tres años viviendo en esta galera de apenas cuatro metros de largo por dos de ancho, de altura el lugar no alcanza ni el metro y medio, es imposible que una persona entre parada, tiene que inclinarse o inclusive arrodillarse para poder ingresar.
El hombre de 50 años perdió las piernas hace 16 años así que la altura de la galera no es problema para él, la hizo a su modo y semejanza, él mismo la construyó cerca del río Sabinal en Terán, a dos cuadras de la iglesia de la Santa Cruz.
“Para mí este lugar es una residencia, me ha tocado vivir en lugares peores” dice y uno no se puede imaginar que se pueda vivir en una condición peor. La galera está hecha de deshechos: pedazos de escaleras, sillas, plástico, tela, trozos de madera. En el sitio hay un montón de zapatos viejos, que Arturo se dedica a reparar, sillones viejos de carros, apenas hay un espacio libre donde él se acomoda, todo lo demás son cachivaches.
Si la vida que cuenta Arturo es cierta, que manera de ensañarse con él, aunque parece muy lucido a veces lo que comenta resulta inverosímil, producto de una novela surrealista, parece que se escapó de una de las películas mexicanas más conocida en los últimos años, a donde sea que va, siempre trae una camada de perros siguiéndolo, van con él porque muchas veces les da de comer, aunque él dice que lo siguen porque lo sienten de su familia.
Cuenta que es huérfano de madre y que su padre lo abandonó cuando él era muy pequeño, se crió en un orfanato, aunque también vivió en las calles en Chihuahua, cuando salió del internado se fue de capataz de una hacienda, se casó con la hija del dueño, pero ella lo abandonó por su problema de alcoholismo.
“No es orgullo decir que fracase a causa del alcohol, yo tuve mí negocio, vendía y compraba carros usados, le hago a la mecánica, pero todo lo acabe” señala este hombre a quien se le nota, por su forma de expresarse, que tuvo tiempos mejores.
El accidente en el que perdió las piernas, Arturo lo tiene tan claro que cuando lo cuenta se le vienen tantas ideas a la cabeza que no termina su relato. Perdió las piernas cuando bajó del tren, venía ebrio y perdió el equilibrio, creyó que se iba a morir, su recuperación dilató dos años.
Van a dar las dos de la tarde, el calor no perdona a nadie, Arturo no deja de sudar, pero dice que ya se acostumbró a este clima extremo, insiste que peores cosas ha pasado, que ya probó de todo y que la llegó a pasar tan mal que solo se quedó a esperar.
-¿Esperar qué? Se le pregunta.
-A que dios terminara de hacer conmigo lo que quisiera, porque a mí no me dejo.
Arturo asegura que se ha intentado suicidar tres veces, hasta en eso dice “no tuve suerte, los carros a los que me avente solo me dieron una revolcada y una vez que me trate de colgar no me di cuenta que la viga ya tenía mucha colilla y no me aguanto y se cayó y no me paso nada, nada más unos moretones”.
Al contrario de hace algunos años, Arturo ahora ya no piensa en quitarse la vida, está conciente que ha llegado a los 50 años mucho más cansado que cualquier persona de su edad, pero sabe que no ha hecho tanto por sobrevivir en vano, que se irá cuando tenga que irse, que seguirá dando batalla.
Aunque ha tratado de matarse, este hombre ha hecho más cosas por sobrevivir que muchos otros que están en su misma condición e inclusive de lo que todo tienen, los que la vida no les ha quitado nada.
Continúa trabajando, es reparador de calzado y hojalatero, diseñó una silla de ruedas como triciclo en la que se transporta y él mismo construyó el lugar en el que vive.
Durante varios años estuvo yendo de un lado a otro con su triciclo, pero un problema en los riñones lo obligó a construir la galera cerca del río y quedarse a vivir ahí, ahora solo a veces se va a Berriozabal o a otras colonias cerca de Terán a trabajar reparando calzado.
“Yo me preparó mí comida, cuando hago caldos me dilata varios días, aunque a veces solo tengo para comer huevos y por eso creo que tengo el colesterol muy alto”. Sus alimentos los prepara afuera de la galera, cerca del río Sabinal, en trastes o botes viejos que ha ido encontrando.
Para ser una persona que más de una ocasión ha intentado suicidarse, le ha echado muchas ganas a la vida, irse a las calles a pedir limosna no ha sido una opción para él, todavía se siente con fuerzas para trabajar, dice que no podría vivir a expensas de lo que la gente pueda darle, aunque muchas ocasiones la caridad de las personas le han permitido comer.Este hombre se ha vuelto hacer a sí mismo, porque en más de una ocasión la vida lo ha dejado hecho pedazos. Lo han tratado mal, aunque muchas veces, como él mismo dice, “me lo busque”. La vida siempre pasa la factura, a él todo lo que hizo se lo están cobrado doble.
TEXTO: SANDRA DE LOS SANTOS
FOTOS: ARIEL SILVA
El calor en la galera es tan fuerte que es capaz de cocer un huevo, pero a este hombre, que lleva viviendo en este lugar tres años, ya se le cocieron los dos, no de ahora, sino desde hace mucho tiempo.
Arturo López es originario de Ciudad Camargo, Chihuhuahua, tiene 14 años viviendo en Chiapas y tres años viviendo en esta galera de apenas cuatro metros de largo por dos de ancho, de altura el lugar no alcanza ni el metro y medio, es imposible que una persona entre parada, tiene que inclinarse o inclusive arrodillarse para poder ingresar.
El hombre de 50 años perdió las piernas hace 16 años así que la altura de la galera no es problema para él, la hizo a su modo y semejanza, él mismo la construyó cerca del río Sabinal en Terán, a dos cuadras de la iglesia de la Santa Cruz.
“Para mí este lugar es una residencia, me ha tocado vivir en lugares peores” dice y uno no se puede imaginar que se pueda vivir en una condición peor. La galera está hecha de deshechos: pedazos de escaleras, sillas, plástico, tela, trozos de madera. En el sitio hay un montón de zapatos viejos, que Arturo se dedica a reparar, sillones viejos de carros, apenas hay un espacio libre donde él se acomoda, todo lo demás son cachivaches.
Si la vida que cuenta Arturo es cierta, que manera de ensañarse con él, aunque parece muy lucido a veces lo que comenta resulta inverosímil, producto de una novela surrealista, parece que se escapó de una de las películas mexicanas más conocida en los últimos años, a donde sea que va, siempre trae una camada de perros siguiéndolo, van con él porque muchas veces les da de comer, aunque él dice que lo siguen porque lo sienten de su familia.
Cuenta que es huérfano de madre y que su padre lo abandonó cuando él era muy pequeño, se crió en un orfanato, aunque también vivió en las calles en Chihuahua, cuando salió del internado se fue de capataz de una hacienda, se casó con la hija del dueño, pero ella lo abandonó por su problema de alcoholismo.
“No es orgullo decir que fracase a causa del alcohol, yo tuve mí negocio, vendía y compraba carros usados, le hago a la mecánica, pero todo lo acabe” señala este hombre a quien se le nota, por su forma de expresarse, que tuvo tiempos mejores.
El accidente en el que perdió las piernas, Arturo lo tiene tan claro que cuando lo cuenta se le vienen tantas ideas a la cabeza que no termina su relato. Perdió las piernas cuando bajó del tren, venía ebrio y perdió el equilibrio, creyó que se iba a morir, su recuperación dilató dos años.
Van a dar las dos de la tarde, el calor no perdona a nadie, Arturo no deja de sudar, pero dice que ya se acostumbró a este clima extremo, insiste que peores cosas ha pasado, que ya probó de todo y que la llegó a pasar tan mal que solo se quedó a esperar.
-¿Esperar qué? Se le pregunta.
-A que dios terminara de hacer conmigo lo que quisiera, porque a mí no me dejo.
Arturo asegura que se ha intentado suicidar tres veces, hasta en eso dice “no tuve suerte, los carros a los que me avente solo me dieron una revolcada y una vez que me trate de colgar no me di cuenta que la viga ya tenía mucha colilla y no me aguanto y se cayó y no me paso nada, nada más unos moretones”.
Al contrario de hace algunos años, Arturo ahora ya no piensa en quitarse la vida, está conciente que ha llegado a los 50 años mucho más cansado que cualquier persona de su edad, pero sabe que no ha hecho tanto por sobrevivir en vano, que se irá cuando tenga que irse, que seguirá dando batalla.
Aunque ha tratado de matarse, este hombre ha hecho más cosas por sobrevivir que muchos otros que están en su misma condición e inclusive de lo que todo tienen, los que la vida no les ha quitado nada.
Continúa trabajando, es reparador de calzado y hojalatero, diseñó una silla de ruedas como triciclo en la que se transporta y él mismo construyó el lugar en el que vive.
Durante varios años estuvo yendo de un lado a otro con su triciclo, pero un problema en los riñones lo obligó a construir la galera cerca del río y quedarse a vivir ahí, ahora solo a veces se va a Berriozabal o a otras colonias cerca de Terán a trabajar reparando calzado.
“Yo me preparó mí comida, cuando hago caldos me dilata varios días, aunque a veces solo tengo para comer huevos y por eso creo que tengo el colesterol muy alto”. Sus alimentos los prepara afuera de la galera, cerca del río Sabinal, en trastes o botes viejos que ha ido encontrando.
Para ser una persona que más de una ocasión ha intentado suicidarse, le ha echado muchas ganas a la vida, irse a las calles a pedir limosna no ha sido una opción para él, todavía se siente con fuerzas para trabajar, dice que no podría vivir a expensas de lo que la gente pueda darle, aunque muchas ocasiones la caridad de las personas le han permitido comer.Este hombre se ha vuelto hacer a sí mismo, porque en más de una ocasión la vida lo ha dejado hecho pedazos. Lo han tratado mal, aunque muchas veces, como él mismo dice, “me lo busque”. La vida siempre pasa la factura, a él todo lo que hizo se lo están cobrado doble.
2 comentarios:
Uy, qué pesado lo del chavo este.
Buena nota Pitzy, ya platicaremos el sábadoXD
Un abrazo!
Me gusto mucho esta nota Sandy, muy chida pocas cosas te impactan tanto y con tanta facilidad y una de ellas es la forma en que escribes....Saludos Kike
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