Para mi querida Valita, mi amiga de aventuras, porque sean más años y mejores.
Yachilán se levanta en medio de la selva, los edificios construidos por los mayas entre 752 y 770 parecen esconderse entre tantos árboles y el caudaloso río Usumacinta, la ubicación de la ciudad fue precisamente lo que le valió para que no fuera destruida durante la invasión española.
TEXTO Y FOTOS: SANDRA DE LOS SANTOS
A primera vista parece una zona intacta, donde el tiempo no ha pasado. El silencio ayuda a contemplar mejor esta hermosa ciudad, cuando las voces humanas desparecen y el “clic” de las cámaras ya no se escuchan, el sonido de los monos, los tucanes y del andar del río Usumacinta son tan nítidos que permiten imaginarse cómo era Yachilán cuando los mayas la llamaban “lugar de cielo roto”.
Para llegar Yachilán se toma la carretera que va de Palenque a Bonampak, haciendo un recorrido aproximado de 130 kilómetros. En el poblado de Frontera Corozal se toman las lanchas que llegan hasta la zona arqueológica, durante el recorrido por el río Usumacinta, de poco más de una hora, se pueden ver cocodrilos y monos, el Usumacinta es bastante caudaloso resulta imposible creer que era atravesado en cayucos.
Yachilán no es una zona arqueológica más del mundo maya, desde que se ingresa al edificio 19, también conocido como El Laberinto, que es la entrada a la Gran Plaza del sitio se sabe que lo que está por verse es un lugar inimaginable.
El Laberinto, que recibe ese nombre por la compleja distribución de sus cuartos, está resguardado por decenas de murciélagos, en la cultura maya como el resto de las culturas prehispánicas este mamífero tiene un gran significado, su estancia en la entrada de esta zona arqueológica no es casual.
Al salir de la oscuridad del “Laberinto” se descubre la Gran Plaza. La superficie de Yachilan es muy extensa, pero su visita se restringe actualmente a parte de la Gran Plaza, la gran Acrópolis, la Acrópolis Pequeña y la Acrópolis Sur.
En el recorrido por la zona de Yachilán se pueden observar dinteles, estelas, edificios, juegos de pelota, todos cuentan por medio de su arquitectura la historia de los hombres y mujeres que los edificaron.
Describir Yachilán es difícil, esta ciudad hay que recorrerla, escuchar las voces que dejaron los mayas enterradas entre los cimientos de sus majestuosos edificios, preguntarle a los árboles que hacía Jaguar IV y como eran sus ceremonias, descifrar en el sonido que emiten los monos, las guacamayas y los tucanes la verdadera historia de esta cultura.
Yachilán, cielo roto
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Periodismo sin censura
viernes, diciembre 01, 2006
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