Clausura Lila Downs Festival Cervantino Barroco






A Kary, Luis y su Luna con todo cariño

FOTOS: DIEGO LÓPEZ/MEMO GÓMEZ

TEXTO: SANDRA DE LOS SANTOS

Se apareció en el escenario con una botella de mezcal en la mano, con un chuj de Zinacantán como falda y un collar de ámbar, que un artesano chiapaneco le regaló. Le dio unos sorbos a la botella de mezcal, la levantó hacía el cielo, la movió hacía los cuatro puntos cardinales y volvió a beber de ella. Así comenzó el concierto que ofreció Lila Downs la noche del domingo en San Cristóbal de las Casas.

Una hora antes de que Lila Downs saliera a la plaza de la paz de San Cristóbal, el lugar ya estaba a la mitad de su capacidad. Una ligera llovizna parecía anunciar un aguacero en pleno concierto, pero finalmente los astros se alinearon y hasta la temperatura de la fría ciudad cedió. Los asistentes ya veían impacientes el escenario en el que estaban los instrumentos: el arpa de Celso, el sax de Cohen, las percusiones de Piñón, arriba también se había colocado un micrófono con todo y un pedestal adornado con alcatraces.

La cantante Oaxaqueña se presentó por primera vez en Chiapas para cerrar el Festival Cervantino Barroco y como parte de su gira “Pecados y milagros”, nombre que lleva su más reciente disco, que incluye una de las canciones más populares de Oaxaca “Dios nunca muere”.

Lila Downs ofreció su concierto a las mujeres indígenas de Chiapas: “a las tzeltales, tsotsiles, lacandonas y zoques”. A un costado de la Catedral de San Cristóbal, Downs cantó en zapoteco, maya y español. Hizo referencia a las luchas de los pueblos indígenas así como de las mujeres, sin embargo no habló de las mantas que están en la plaza de la Paz desde hace más de un mes, que piden la libertad de varios presos políticos en el estado, a pesar que desde del escenario era fácil verlas.

Durante el concierto la cantante tocó diferentes instrumentos; cuando interpretó la Iguana, Lila la escenificó completa la canción, se tiró al suelo, bailó, en ningún momento se le notó la más mínima muestra de cansancio. Sus músicos, algunos de ellos la acompañan desde que grabó su primer disco en 1994, se entregaron al igual que la cantante, parte de su éxito se debe a la mancuerna que ha hecho con músicos como: Celso Duarte y Paul Cohen.

El público que lleno la plaza de San Cristóbal resultó igual de multicultural y de orígenes diversos como la propia cantante y sus músicos.

“Les voy a cantar todo lo que no les he cantado en 10 años” repitió en más de una ocasión a lo que el público le respondía con una larga ovación, pero a la hora y media de haber salido al escenario se despidió y la plaza de la paz empezó a gritar “Lila, Lila”.

Los músicos fueron los primeros en regresar a sus lugares. Celso Duarte tomó su violín; Paul Cohen el saxofón; Ángel Chacón la guitarra; Luis Huerta se fue a la batería y Patricia Piñón a las percusiones. Lila Downs se envolvió en un rebozo negro y cantó “Naila”.

A petición del público y de sus propios músicos, Downs se despidió de San Cristóbal con “arenita azul”. Aunque la mayor parte del repertorio de la noche se integró por canciones de su último álbum, en el que suena más tradicional que en el de Ojo de Culebra.

Al terminar el concierto, la artista Oaxaqueña saludó a todos los que se formaron en una fila para entrar a su camerino y tomarse una foto con ella o pedirle un autógrafo. Estuvo cerca de dos horas atendiendo quienes llegaban a saludarla, hasta el último momento sonrió y agradeció el recibimiento. Sus músicos hacían lo mismo. Celso Duarte, quien la acompaña con el arpa, también estuvo platicando con todos los que se le acercaban.

“No sé qué fue lo realmente mágico, al conocer a Lila Downs: su talento, su presencia, su sonrisa sincera o su sencillez” escribió uno de los seguidores de la cantante en las redes sociales al referirse a su concierto del domingo por la noche.

Lila Downs salió de la plaza de la paz de San Cristóbal envuelta en un rebozo morado, con un chuj de lana de San Juan Chamula y con una enorme sonrisa con la que prometió regresar a Chiapas.

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