Tito, el caballo del ajedrez


Sandra de los Santos.- Mientras todos están pendientes del partido de Brasil contra Corea del Norte, ellos están inmersos en otro juego, donde la cancha está dividida en 64 casillas y 32 piezas se mueven de un lado a otro.
El responsable que todos los días a diferentes horas en pleno centro de la ciudad se reúnan varias personas de diversas edades a jugar ajedrez es Héctor Ramón Gallegos Álvarez, un hombre de 62 años que aunque es originario de San Cristóbal de las Casas, lleva toda una vida en la capital del estado y 12 años administrando una cafetería, ubicada a un costado de la catedral de San Marcos.
Si alguien pregunta por el arquitecto Héctor en el café Holanda nadie sabe dar información, en este lugar todos conocen al administrador del sitio como “don tito”, un hombre aficionado al ajedrez que gusta bromear con sus clientes. “Aquí nos mandan a los viejitos que ya no los aguantan en su casa, nos los mandan a jugar para que se entretengan y se les baje el mal humor” dice mientras le sirve un café a uno de sus clientes más habituales, otro empedernido del ajedrez.
Don Tito empezó a jugar cuando tenía nueve años, le enseñó su hermano, desde pequeño descubrió que el único deporte posible para él, era el ajedrez. Jamás se ha sentado con la intención de ganar un torneo, ni siquiera le interesó jugar l ajedrez de manera profesional, dice que él prefiere más que los juegos reglamentarios “echarse una cascarita”.
“A mí lo que me gusta es jugar por divertirme por eso no uso reloj y me gusta que todos estén hablando cuando se están moviendo las piezas, no me gusta el silencio que luego hay cuando son los torneos” cuenta el arquitecto de profesión.
La forma en cómo se juega el ajedrez en el café Holanda tiene más similitudes que diferencias con el futbol. Aquí también los del público se creen directores técnicos, todos opinan de cómo se debe de mover cada pieza; los aficionados a este juego son igual de apasionados que cualquier que se ponga la playera de tricolor, acá de vez de gritar “gooool” se emocionan cuando alguien dice “jaque al rey”.
El inicio del mundial de futbol en Sudáfrica no le ha disminuido la clientela a don Tito, los que vienen a esta cafetería tienen la camiseta bien puesta de su deporte. Igual juegan en la mañana que por la tarde, en la noche o inclusive en la madrugada.
“Yo cierro a las nueve de la noche la cafetería, pero muchos se quedan después de esa hora y hasta la madrugada ahí andan acercándose a las lámparas para poder seguir jugando” dice don Tito, quien todos los días se avienta al menos una partida de ajedrez.
Cualquiera que tenga la idea de que este deporte es aburrido solo tendría que pararse un rato a lado de una de las mesas de esta cafetería para descubrir que es mucho más entretenido de lo que parece. Hay jugadores de todas las edades, aunque la mayoría son hombres, dice don Tito, que también llegan mujeres a jugar.
A este jugador la pieza que más le gusta es el caballo, aunque también le agrada la reyna, pero la ventaja del caballo es que puede brincar de un lado a otro, moverse por todos lados, irse a donde más le convenga.
Don Tito convirtió su pasión por el ajedrez en una forma de vida, convive con las piezas del tablero todos los días, escucha la frase de “jaque al rey” decenas de veces. Ve cómo el caballo brinca de un lado a otro, como la torre se desliza, como el peón se sacrifica, ve como estos jugadores se rascan la cabeza, meditan sus jugadas, arman sus estrategias, observa como se les va el tiempo pensando en la mejor manera de derrumbar al rey.
Aquí el mundial de futbol no rifa, el sonido que se escucha no es el del silbato del árbitro, sino el “clack” del reloj, lo que hace gritar a estos jugadores no es el gol en la portería, sino la caída de un reyno imaginario.

Seguidores

Periodismo sin censura en twitter

    follow me on Twitter