María, carpintera y ama de casa

SANDRA DE LOS SANTOS

El carpintero más conocido en México, después de José, el padre adoptivo de Jesucristo, es sin duda “Pepe el toro”, personificado por Pedro Infante, uno de los símbolos más significativos del “macho” mexicano, me pregunto cómo se vería la trilogía de “Nosotros los pobres” en donde Blanca Estela Pavón, fuera la que barnizara las puertas, cortará las tablas y resanará las sillas.
Está imagen un tanto surrealista en un México en donde los oficios se siguen definiendo por estereotipos sexuales y no por capacidades, es posible en una carpintería ubicada en la capital chiapaneca, en donde María del Rosario Sánchez García trabaja y además es copropietaria del lugar.
María del Rosario tiene 42 años y desde hace cinco es hebanista y carpintera. Es madre de cuatro hijos y abuela de dos, se casó muy joven a los 14 años, pero desde que tiene memoria no ha dejado de trabajar ya sea en el hogar, fuera de él o en ambos.
Ella le entró a la chamba de la carpintería por necesidad porque su esposo necesitaba quien le ayudara con el trabajo y doña Mari le entro al quite. Nadie le enseñó, fue aprendiendo el oficio viendo cómo trabajaban los otros hebanistas y su esposo. “El problema fue que los hebanistas que pasaban por la carpintería eran muy irresponsables y además a veces aquí hay mucho trabajo y otras veces no hay nada así que decidí entrarle y trabajar” cuenta doña Mari mientras resana una silla para su padre enfermo.
La doble jornada de doña Mari empieza a las 7:00 horas abriendo la carpintería junto con su esposo, trabaja resanando, pegando clavos y en lo que haya que hacer, en eso de las 9:00 horas va hacer el desayuno para la familia y avanzar con las tareas domésticas de la casa, a las 11:00 horas regresa al trabajo de la carpintería hasta en eso de las 14:00 horas que sube a hacer la comida, la casa de doña Mari está en la planta alta de la carpintería, después de comer regresa a sus trabajos como hebanista hasta que cierran la carpintería a las 19:00 ó 20:00 horas.
Doña Mari tiene su teoría del por qué las mujeres no le entran al trabajo de la carpintería “uno siempre anda muy sucia y es un trabajo que es pesado si se combina con las cosas que hay que seguir haciendo en la casa”.
Dice que el trabajo no es difícil, pero si exhausto cuando se tiene una doble jornada. Su oficio le agrada, no es con el que siempre soñó, pero se sabe buena en esto.
Está convencida que no hay labor en el mundo que no pueda realizar una mujer, aunque muchas veces no se lo permiten. “Es feo que porque uno sea mujer no pueda hacer algo, porque con los hombres no hay tanto problema ellos pueden hacer lo que hacemos nosotras, son cocineros, cortan pelo, cocen ropa, hacen de todo y nadie dice nada, cuando uno es mujer y hace esta clase de trabajos a la gente le parece raro” comenta.
Doña Mari tiene la apariencia de cualquier ama de casa, trabaja con falda puesta porque así se acostumbro, usa mandil para pintar para procurar que su ropa no se manche, pero resulta en vano. Hay varias herramientas en el taller de carpintería que son de uso exclusivo y que además solo ella sabe usar.
Cuando doña Marí cuenta su doble jornada laboral es imposible no quedar exhausta y preguntarse si Pedro Infante podría con semejante carga de trabajo y si después de un día así quedaría con ganas de cantar “amorcito corazón”.

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