Cómo conocí al "Rayo"



SANDRA DE LOS SANTOS

Conocí al "Rayo" el jueves de la semana pasada. Los primeros en presentármelo fueron Óscar Palacios y Hugo Montaño mientras íbamos a Tapachula. "La presentación del libro debió de hacerse en una cantina", decía Óscar a Hugo.

Durante el vuelo de Tuxtla Gutiérrez a Tapachula y el transcurso del aeropuerto al hotel, los escritores chiapanecos siguieron hablando de Rafael Ramírez Heredia, me limitaba a escucharlos porque al igual que Romeo Ortega no conocí al "Rayo Macoy", "nunca tomé una copa con él, jamás lo vi en persona ni le estreché la mano. Sabía del escritor por conversaciones con Nadia Villafuerte, porque me encontraba su nombre en la librería de Sanborns, pero nunca traía el suficiente dinero para comprar su libro "La mara".

Al llegar al hotel en Tapachula, Domingo Pérez Sarmiento nos entregó el libro "El rayo", que sería presentado más tarde en el auditorio de la Facultad de Contaduría y Administración de la Universidad Autónoma de Chiapas (Unach).

Faltaba poco para la presentación, que se realizó a las 19:00 horas, lo primero que leí fue el texto de Marco Aurelio Carballo, busque el de Óscar Palacios y no lo encontré, así que me seguí con Hugo Montaño. No dio tiempo de más, había que ir a la presentación.

"La mesa redonda"

En el trayecto del hotel a la universidad conversamos con Roberto Bravo, me contaba cómo Marco Aurelio Carballo lo invitó a participar en el libro. "Tenía muchos años de no venir a Chiapas y ahora aquí estoy por Rafael".

Cuando la treintena de escritores, la mayoría de ellos autores del libro y periodistas, entramos al auditorio, el lugar estaba lleno.

La presentación del libro no fue un acto protocolario, en algún momento se convirtió en una "mesa redonda", donde todos hablaban y se reían en torno a un solo personaje.

Isabel Arvide, quien moderó la mesa, impuso las reglas desde el principio: "si alguien se aburre paramos esto"; no hubo necesidad, todos estaban a gusto con las anécdotas que contó Hugo Leonel del Río, Marco Aurelio Carballo y Roberto Bravo, éste último no pudo terminar su texto porque los recuerdos lo invadieron y se le hizo un nudo en la garganta.

Óscar Sumuano, quien realizó una serie de entrevistas con la familia del homenajeado, habló de la vida del escritor con su familia, "era un pan", dijo, repitiendo lo que una de sus hijas piensa.

Jorge Ramírez Heredia prefirió no hablar mucho de su hermano, "que hablen los escritores porque yo nada más tengo cosas buenas que decir de él".

El "Rayo" pasó la noche con sus amigos

Después de la presentación cenamos en un conocido restaurante de Tapachula. Me uní al grupo de Óscar Palacios, Hugo del Río, José Juan Flores y Hugo Montaño, en la mesa había una botella de vino, caballitos de tequila, vasos con vodka y refresco, en pocas palabras había mucho trago y una botella de agua que era mía. "Sólo hay dos tipos de periodistas: los borrachos y los pendejos", me dijo Hugo del Río con el ingenio que lo caracteriza; no había mucho qué discutir sobre su teoría, así que pedí una "Pacífico".

Desde que me entregaron "El Rayo" lo anduve en mis manos, hasta que llegué al restaurante y lo dejé en una silla. Salí a medianoche de ahí y olvidé el libro, después me di cuenta que no lo olvide, sino que "El Rayo" se quedó a seguirla con los cuates.

Al otro día, domingo, me regresó "El Rayo" intacto, como que si nada hubiera pasado la noche anterior; con Rafael Ramírez Heredia, sonriente con su largo bigote y ceja levantada. Recordé que en la mesa no había ron y pensé: "con razón regresó como una lechuga".


"En el libro están los que quisieron y pudieron"

Por la mañana entrevisté a Óscar Sumuano, periodista chiapaneco radicado en el Distrito Federal, que realizó una serie de entrevistas con la familia de Rafael Ramírez Heredia, después de su muerte.

Mi intención era que el periodista me explicara esa parte no tan conocida del escritor nacido en Tamaulipas. "Era otro en su casa, un pan con sus hijas y más aún con las nietas", me contó.

"Creo que Rafael podía manejarse como lo hacía en el exterior porque en el interior de su casa tenía una familia que lo fortalecía, Conchi -esposa de Heredia- es una mujer que ilumina todos los rincones, respetaban su espacio, las horas que dedicaba al trabajo", dijo Óscar Sumuano.

"En el libro participaron los que quisieron y pudieron, aunque muchos dijeron que no pudieron aunque la verdad es que no quisieron y seguramente hubo quienes quisieron pero realmente no pudieron", señaló Marco Aurelio Carballo.

Los que estaban en la mesa coincidieron que la mejor manera de rendirle homenaje a un escritor es leyendo su obra, y "El Rayo" es una muy buena manera de ofrecerle un reconocimiento a Rafael Ramírez Heredia, porque ahí está una invitación a seguir leyendo la obra del escritor tamaulipeco.

Las erratas
Lo bueno de llegar a Tuxtla Gutiérrez el viernes por la tarde fue encontrar a la entrada del lugar en donde se presentaría el libro, una lona que anunciaba el evento. Ahí estaba "El Rayo Macoy" con su sonrisa un tanto maliciosa, dándole la bienvenida a sus amigos.

Poco después de las 19:00 horas, en un conocido hotel del poniente de la ciudad capital, se presentó el libro. Isabel Arvide, Felipe Garrido, Armando Rojas Arévalo, Óscar Palacios, Hugo Montaño, Ignacio Trejo y Romeo Ortega, algunos de los autores de la publicación, presentaron la obra editada por Fontamara.

Hugo Montaño contó una de las tantas tardes que pasó junto con Heredia en "Las Laminitas". Felipe Garrido lamentó que no hubieran libros del "Rayo Macoy" en las librerías chiapanecas, pero después lo corrigieron: "claro que hay", dijo uno de los alumnos de Heredia. Cada uno de los ponentes fue hablando de la vida y obra del escritor.

La presentación fue un poco, como dijo Isabel Arvide, un paseo por varias cantinas porque cada autor nombraba alguna cuando recordaba al "Rayo Macoy".

En la presentación de Tuxtla asistieron varios de los alumnos de Ramírez Heredia, a los que les impartió cursos y compartió mesas de cantina. Ellos se dieron a la tarea, durante la sesión de preguntas y respuestas, de corregir algunas cosas que se dijeron en torno al tamaulipeco.

"La cantina que más visitaba no era Las Laminitas, sino la Tía Mechita", dijo uno y después otro aclaró: "en un tiempo fue la Tía Mechita, pero por un problema amoroso ahí cambió a Las Laminitas; una vez dijo que si le juntaban todo el dinero que había gastado en la Tía Mechita podía comprar al menos la cuarta parte del lugar".

Sus alumnos lo recordaron también como un hombre disciplinado que dedicaba al trabajo al menos diez horas diarias de manera rigurosa. Por eso los descansos en las cantinas eran necesarios.

Lamentaron la ausencia de algunos de sus amigos que no estuvieron en la presentación del libro y tampoco participaron en él.

Tenía que leer el libro completo para poder escribir este texto, así que ayer por la noche lo hice. No me gusta el ron con coca-cola, me da dolor de cabeza, pero al terminar de leer "El Rayo" ya tenía una "cuba" en la mano. "Rayo", ¡salud!, por el gusto de haberte conocido.

NOTA: Este texo fue publicado en El Heraldo de Chiapas el 14 de octubre del 2007.

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